Crisis (del latín
crisis, y este del griego κρίσις krísis): cambio profundo y de consecuencias
importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son
apreciados (diccionario de la Real Academia Española).
La celebración en
Madrid, en el próximo mes de julio, del XIII Congreso Mundial de Rehabilitación
Psicosocial, coincide con una triple crisis: epistemológica, económica e intersubjetiva.
La psiquiatría
enfocada en el nivel biológico de la realidad ha dado menos frutos de los
esperados. La promisoria “Década del cerebro” se despidió con el cambio de
milenio acreditando escasos resultados clínicos. A la vez, los estudios
genéticos en psiquiatría han chocado con el ambiguo muro de la epigenética
donde la causalidad mecanicista de la química se diluye en el imprevisible
mundo de la vida. La psiquiatría sufre una profunda crisis epistemológica de la
que son algunos síntomas la polémica DSM-V versus RDoC o la proliferación de
ensayos de divulgación contrarios a la prescripción de psicofármacos. Aunque
sea sólo indirectamente, la rehabilitación psicosocial, apegada a las
perentorias necesidades asistenciales y sociales de las personas con trastornos
mentales graves, también ha participado de esta crisis. Hiere el orgullo de la
psiquiatría como ciencia, el hecho de que la esquizofrenia siga predominando en
las sociedades industriales desarrolladas y en los núcleos urbanos. El humano,
como ser biográfico, incluso en el estado de máxima fragilidad y sufrimiento, parece
escaparse de las redes del positivismo. La psiquiatría se presenta así, en 2018,
como un gigante desarmado ante su principal adversario.
La crisis económica,
que en España cumple ya una década, ha ahondado las diferencias sociales y ha
mermado de manera preocupante la capacidad de reacción económica y cívica de
las clases medias y de las personas pobres o en riesgo de pobreza. Las personas
con trastornos mentales graves han sufrido especialmente este declive
socioeconómico. Más aún, uno de los principales logros de la política española
contemporánea, el derecho a la protección estatal en situación de dependencia, está
experimentando una involución precoz. La Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de
Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia
se concibió, como su enunciado proclama, para promover la autonomía de las
personas en riesgo de dependencia. La ayuda económica estatal al núcleo
familiar de la persona dependiente era el instrumento operativo para el
ejercicio del derecho a la protección. La capitalización de la dependencia
asociaba un riesgo de mercantilización que parece estarse produciendo. Las
personas con trastorno mental grave son ahora un elemento, no sólo del mercado
psicofarmacológico, sino también del naciente mercado sociosanitario. Si los
profesionales no estamos atentos para hacer un adecuado uso del montante
económico invertido por el Estado en la Ley de Dependencia, ésta puede
convertirse en un riesgo “cosificante” de los pacientes, más que en un aliado
de su recuperación y desarrollo personal. Sigue aún pendiente la investigación
científica rigurosa de los efectos adversos de la rehabilitación psicosocial y
de los aspectos diferenciales de las distintas prácticas clínicas y
sociosanitarias.
Las relaciones
intersubjetivas en el campo de la rehabilitación psicosocial son especialmente
complejas y matizadas. Al tratarse de una relación clínica, el marco general no puede ser otro que el de la
compasión médica, que en el ámbito general de la medicina ha evolucionado desde
el paternalismo hacia una relación democrática. La compasión surge de la
radical intersubjetividad del humano en virtud de la cual el “yo” no es más que
una de las perspectivas del núcleo dialógico “tú-yo” y el “él” no es sino una
proyección del “yo”. Tal sistema “tú-yo-él” puede ser paternalista, autoritario
o democrático dependiendo de los valores que lo animen. Además, en
rehabilitación psicosocial el sistema relacional intersubjetivo incluye otras
perspectivas junto a la propiamente médica: cognitiva, funcional, laboral,
vocacional, ciudadana y de otros tipos. En el nuevo milenio esta red relacional
ha experimentado cambios profundos: movimientos “en primera persona”, alianzas
entre las asociaciones de familiares y la industria farmacéutica o renacimiento
de la antipsiquiatría, por poner sólo algunos ejemplos. En medicina se ha
evolucionado desde el paternalismo hacia la autonomía, y en rehabilitación
psicosocial se ha ido aún más allá. En una suerte de experimento nietzscheano
se reivindica hoy “el valor de la locura” y se sospecha del saber técnico como
una forma de autoritarismo. Hasta qué punto la rehabilitación psicosocial debe
ser una práctica emancipatoria, más allá del marco axiológico sanitario, está
aún por consensuar.
La crisis
epistemológica de la psiquiatría parece, pues, que no es más que la sombra de
los profundos cambios que se están produciendo en el sistema social, económico
y político implicado en los trastornos mentales potencialmente discapacitantes.
Una crisis es un
cambio profundo de consecuencias importantes. Que éstas sean problemáticas o
afortunadas dependerá en gran medida del rumbo que determinen los agentes
implicados: pacientes, familiares, profesionales, sociedad civil y Estado. Como
alternativa a la “alienación cosificante” de las personas afectadas, que
podrían convertirse en meros instrumentos del mercado farmacéutico y
sociosanitario, puede concebirse la esperanza de una sociedad de personas,
estructurada en torno a la dignidad. La dignidad de la persona parece una buena
utopía que actúe como clave de sentido. Recuperarse de un trastorno mental
grave no es sólo volver a participar productivamente en la sociedad o recuperar
la capacidad para una vida autónoma. Recuperarse es reconstruirse sabiéndose
digno ello, de manera similar a como es digna la obra de arte, ya sea original
o rehabilitada. Sería bueno que todos los agentes implicados se alineen
orientados hacia esta máxima: recuperarse es el arte de reconstruir la dignidad
personal. Reconstruyámonos como personas superadoras de la enfermedad, como
profesionales y como agentes económicos y sociales ¡Reinventémonos en Madrid,
julio del 2018!
Dr. Martín L. Vargas
Psiquiatra
FEARP
Valiente, mordaz, agudo, estimulante y, sobre todo, discutible, muy discutible está entrada del Dr Vargas, espero poder debatir en profundidad estás cuestiones durante el Congreso WAPR MADRID 2018
ResponderEliminarSerá un placer debatirlo en el congreso Jaff
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